lunes, 31 de agosto de 2009

Segunda quimioterapia

La mañana del día 27 de mayo de 2008 fuimos al hospital para la quimioterapia. A pesar de haber recibido una anteriormente, yo no podía dejar de llorar pues tenía un mal presentimiento.

Se me pasó al área de tratamiento, como ya tenía el catéter me puse una bata y se canalizó. Luego se hidrató las venas por un rato. Después, como era costumbre mi mamá estaba conmigo pues era su petición el ver el inicio del tratamiento.

Llegó la enfermera con el primer medicamento (paclitaxel GI) solo que esta vez se trataba de un Genérico Intercambiable (GI) la primera vez había sido de patente ya que no conseguían este otro. Cuando activó el goteo sentí cómo me recorría un dolor desde el catéter al corazón y de ahí se iba a todos lados. Mi mamá me preguntó que si estaba bien y le dije que no. Rápidamente le dijo a la enfermera y esta paró el goteo, no habían pasado ni 30 segundos.

Me sentía terrible, la garganta se me empezó a cerrar y no respiraba bien. El dolor comenzó a bajar de la cabeza hasta los pies. Me estaba preparando mentalmente para que me intubaran si necesitaban hacerlo. Hablaba bien bajito, pues no quería gastar el poco aire que tenía. Comencé a ver borroso, mi mamá y la enfermera me agarraron cada una de un brazo y me decían “Respira Aurora, respira” así que seguí intentándolo. La boca comenzó a adquirir un sabor extraño, la sentía inflamada.

De repente, perdí la visión, no veía nada ni a nadie. El dolor había desaparecido, no sabía quién era ni dónde estaba o qué hacía ahí. Sin embargo, alcanzaba a escuchar una voz que me seguía ordenando que respirara. Imaginaba que yo era Aurora así que seguía haciéndolo. De lo que sí estaba segura es que era mi mamá la que me lo decía, por eso seguí respirando como podía.

Por fin recordé quién era y qué estaba pasando, comencé a ver manchas otra vez, la visión volvía. Ubiqué a la enfermera y con todas mis fuerzas le dije “Auxilio”. Me dejé caer, estaba demasiado exhausta pero, ya sabía dónde estaba mi mamá. Rápido me pusieron oxígeno en lo que se le reportaba lo sucedido a la doctora.

Ella indicó que se me hidratara nuevamente, se me pasaran unos antialérgicos y se me pasara nuevamente el paclitaxel (GI)

Se me hidrató, se me pasaron las medicinas y ahí estaba mi mamá cuando volvieron a pasar el paclitaxel (GI) ya que yo tenía demasiado miedo de que se me volviera a poner algo que me había echo tanto daño. Le pedí a la enfermera que se quedara unos minutos por si pasaba algo. Estuvo 5 minutos y nada malo pasó.

Ya que se terminó me puso la botella de carboplatino. Cuando se acabó esta me terminó de limpiar la vena con suero. Luego me descanalizaron y eso fue todo.

Si la primera vez había tenido miedo de lo que fuera a pasar, ahora estaba aterrorizada después de todo lo que había pasado.

De vuelta a urgencias

El día 25 de mayo de 2008, me tuvieron que llevar a urgencias nuevamente. Ahora se debía a que un día antes comí pollo con un poco de salsa de cochinita pibil (jejeje) lo cual me provocó vómito. El doctor dijo que se trataba de una deshidratación leve. Tuvieron que hidratarme por tres horas.

Ahora sabía que no podía comer ningún derivado del cerdo (manteca, jamón, etc.).

No fue nada bueno volver pero, lo positivo de esto fue que no tardamos en saber que sería un problema de no ser tratado por un especialista.

Colocación de catéter intravenoso

La primer quimioterapia se me colocó en una vena, sin embargo se me explicó que con el paso de las sesiones iba a ser más difícil canalizarme. Esto se debe a que los medicamentos de la quimioterapia van quemando las venas, es decir, las vuelven más duras.

Si no quería que tardaran en encontrar una vena buena o tener que cambiar de lugar la canalización a cada rato, me podían colocar un catéter especial para quimioterapias. Lo consulté con mi familia y me convencieron de hacerlo.

Sacamos una cita con el especialista, fuimos y nos dijo qué día me lo podía colocar.

El día 19 de mayo de 2008, llegamos al hospital a las 8 de la mañana. Se me pasó a un área especial, me quité todo lo que llevaba y me puse una bata. Eso incluía quitarme una mascada que llevaba en la cabeza porque el cabello se me caía a puños.

Me acosté en la camilla y llegó el doctor acompañado de un anestesiólogo y una ayudante. Me acomodaron bien y tardaron en canalizarme una vena del brazo izquierdo ya que se me olvidó mencionar que allí había recibido la primer quimioterapia, por lo tanto me di cuenta que mis venas ya no servían igual. Luego se me puso un sedante para que dejara de brincar por los nervios.

Después el doctor dijo que me colocaría el catéter del lado derecho unido a una arteria que pasa debajo de la clavícula y que va directo al corazón. Me inyectó la anestesia local en el área a tratar. Dolía mucho pero como estaba sedada no le presté atención. Cortó y no sé qué tanto hacía y le dijo a la ayudante que iban a pasar una guía metálica, por el sedante no me dio miedo.

Al final cerraron la herida, lavó bien y llenó una tarjeta con datos personales, tendría que cargar con ella todo el tiempo que tuviera puesto el catéter para cualquier cosa. El procedimiento duró una hora y el doctor me dijo que me tenía que lavar a diario con agua y jabón.

Cuando volví a casa y se me pasó el efecto de la sedación y la anestesia, me dolía demasiado la nueva herida que sentí que me arrancarían el brazo. Donde me acosté, me quedé todo el día sin moverme. Al otro día para poder lavar, tuvieron que cortar la blusa que traía con unas tijeras.

Durante la semana me dolía demasiado el brazo, no lo podía mover bien. Creí que tendría que ir a clases de fisioterapia. Pero mi mamá me dijo que le habían explicado que sería normal, me habían cortado y por eso dolía, que con el paso del tiempo estaría mejor y podría vivir como si no trajera nada.

Primer quimioterapia

El día 29 de abril de 2008, llegamos a las 10 de la mañana al hospital. Estábamos muy nerviosas pues se trataba de algo nuevo. Las enfermeras nos dijeron que esperaban a alguien pequeño porque la doctora les dijo que iba a ir una niña.

Me pasaron al área de quimioterapias y llegó la enfermera para canalizarme, lo hizo en una vena del brazo izquierdo, sentí un dolor ya conocido. Trató de distraerme y me colocó un suero para hidratar un poco. Después llegó con el primer medicamento (paclitaxel), mi mamá había pedido estar presente al inicio de cada tratamiento. La enfermera me colocó el suero, yo lo llamo veneno porque sabía lo que me iba a hacer, casi matarme a mí pero matar al cáncer.

Puso el goteo y cuando cayó la primer gota, sentí tanta tristeza. Me puse a llorar pues estaba corriendo por mis venas, comprendí porqué la gente se altera tanto con la primer gota. Es algo que no le deseo a nadie pero, si están en mi situación, ahora los comprendo. Después dejé de llorar, y me puse a leer una revista.

Ya que se terminó la botella, llegaron con otro medicamento (carboplatino) pero esta vez no me alteré tanto. Luego fue la hora de la comida, te distraes en eso un rato. Cuando se terminó, me pusieron el suero que quedaba del principio para lavar la vena. Finalmente me descanalizaron y me dijeron que podía irme a casa. (La aplicación del tratamiento dura mínimo unas 5 horas)

Tenía mucho miedo pues no sabía qué me haría lo que acababa de correr por mis venas. Ahora se encontraba en todo mi cuerpo y sólo pasarían cuatro semanas para la siguiente sesión.

Requisitos para recibir la quimioterapia

Después de haber ido a urgencias, mi hermana Adriana tuvo que surtir los medicamentos que prescribió la doctora. Tuvo que ir en varias ocasiones a farmacia ya que no surtían algunos.

El mínimo de hemoglobina que se debe tener para recibir una quimioterapia es de 10.0 mg/dL así que el día 26 de abril de 2008, me realicé un examen de sangre en el cual resultó que tenía 7.4 de hemoglobina… Esto era algo malo pues no era suficiente.

Al día siguiente me tuvieron que transfundir dos unidades de sangre para subir 3 mg/dL. En esta ocasión no tuve reacción alguna pues antes se me aplicó una ampolleta de hidrocortisona y unos antialérgicos.

Eso fue lo bueno, lo malo fue que la línea se llenaba de burbujas así que la enfermera tuvo que cambiar la línea pero el problema seguía, por lo que tenía que sacar el aire con una jeringa pero, a la vez sacaba sangre y como la bolsa en la que viene no tiene entrada de jeringa, me la tuvo que pasar por la guía intravenosa directamente. Es algo terrible que pase esto, me dolió demasiado, como si me fueran a arrancar el brazo pues me estaban poniendo la sangre a jeringazos. Cada que se llenaba de aire la línea tenían que repetir la acción.

La transfusión de una unidad de sangre dura 3 horas, así que por dos unidades tuve que estar 6 horas.

Cuando por fin se terminaron pude irme a mi casa, muy cansada. Lo bueno es que tenía mi buena silla de ruedas y la compañía de mi mamá y mis hermanas.

domingo, 30 de agosto de 2009

Idas a urgencias

La vida ya no era igual, eso lo tuve que aprender de la peor manera. Un paseo en coche, un vaso de agua, una galleta o una nieve, pueden mandarte al hospital.

Durante cuatro días tuve mucho vómito, no se lo recomiendo a nadie que tenga una herida quirúrgica y menos en el abdomen. Se siente como si te estuvieran abriendo con un hierro caliente a todo lo largo del vientre. Y por dos días tuve diarrea, ya no podía parar, todo lo que entraba por mi boca salía inmediatamente.

Fue tal la desesperación de mi familia que, el 13 de abril de 2008 me llevaron a urgencias. Ya allí me revisó un doctor y dijo que se trataba de una infección intestinal y que el cáncer había pasado a segundo término porque si esto no se frenaba me podía matar. Me tuvieron que hidratar por tres horas y me estabilizaron.

A la semana siguiente, el 20 de abril, me comí una deliciosa quesadilla pero, me dio colitis. Fue un dolor terrible y a cada rato, así que… de nuevo a urgencias. Me tuvieron que hidratar otras tres horas y me quitaron el dolor.

Desde entonces nos dimos cuenta que soy muy sensible a la comida, por eso revisamos lo que contienen los alimentos, me compran agua embotellada y todo tiene que ser deslactosado.

Por seguridad no acostumbro comer comida fuera de casa, y si llego a hacerlo tiene que ser de franquicias donde las normas de higiene son altas y establecidas. La comida echa en casa tuvo que cambiarse a mi dieta pues, es muy difícil hacer dos comidas diferentes. Si alguien me quiere regalar algo, prefiero que sea fruta. Cuando alguien llegaba a visitarme se tenía que lavar bien las manos y de preferencia no saludaba de beso ni mano.

No es que uno se vuelva pretencioso pero, el miedo de ir a urgencias por un antojo o no querer hacer sentir mal a alguien, hace que uno sea precavido.

Conociendo a mi segunda madre: Mi oncóloga médica

El 5 de abril de 2008 llegamos a la consulta con la doctora Loredo, mi oncóloga médica.

Fui acompañada por mi mamá y mis dos hermanas, Adriana de 23 años y Amira de 6 años. Se preguntarán qué hacía una niña tan pequeña oyendo todo eso pero, fue una decisión de todas el incluirla en este proceso y pasara lo que pasara ella estaría preparada.

La doctora nos dio una explicación de por qué me dio cáncer de ovario. Dijo que todo se debía a que cuando uno está en el vientre de la madre, el embrión está formado por tres capas y una de ellas (la de los ovarios) no recibió la información adecuada. Así que lo mejor era no buscar culpables.

Me dijo que iba a recibir quimioterapia la cual constaba de dos medicamentos específicos para mi cáncer, paclitaxel y carboplatino en ese orden. Con ayuda de unas imágenes me mostró el área afectada y por dónde podría ocurrir una metástasis, y que por lo tanto tendría que ser tratada.

Explicó qué es una quimioterapia:

- Es el empleo de medicamentos de tipo oncológico destinados a destruir células cancerígenas con la intención de la eliminación del cáncer que provoca. También puede ocurrir que la parte que no logre destruirse quede encapsulada y por tanto inactiva. Lo menos que se puede obtener de la quimioterapia, es la disminución del tamaño del tumor, lo que dará como resultado una mejor calidad de vida del paciente.

Además me dijo que las células cancerígenas crecen a una velocidad superior a algunas células sanas. Las células del cabello, de la boca y de la médula ósea también crecen rápidamente. La quimioterapia destruye toda célula que crezca aceleradamente, es por eso que destruye tanto células sanas como células malignas.

Por consiguiente iba a perder el cabello, cejas, pestañas y toda vellosidad del cuerpo, que iba a tener sed constantemente y que probablemente me saldrían úlceras bucales, para ello me recomendó qué podría hacer en cada caso.

La señal de inicio de los efectos secundarios del tratamiento sería la fatiga y que si estaba cansada que durmiera lo más posible porque, la médula ósea se estaría destruyendo por 10 días; yo estaría expuesta a cualquier enfermedad como una esponja por eso la limitación en visitas y mascota. Si me llegaba a enfermar de algo, esto sería tratado con medicamentos de uso normal.

La primer quimioterapia tendría que aplicarse después de 4 – 6 semanas de la primer cirugía.

También me dijo que era muy importante que estuviera acompañada por mi familia durante la aplicación de la quimioterapia ya que este era un factor decisivo en mi curación.

Al salir mi mamá me dijo “Los médicos no son dioses, pero sí pueden ser ángeles”, desde entonces, la doctora Loredo es nuestro ángel de la guarda.