lunes, 31 de agosto de 2009

Segunda quimioterapia

La mañana del día 27 de mayo de 2008 fuimos al hospital para la quimioterapia. A pesar de haber recibido una anteriormente, yo no podía dejar de llorar pues tenía un mal presentimiento.

Se me pasó al área de tratamiento, como ya tenía el catéter me puse una bata y se canalizó. Luego se hidrató las venas por un rato. Después, como era costumbre mi mamá estaba conmigo pues era su petición el ver el inicio del tratamiento.

Llegó la enfermera con el primer medicamento (paclitaxel GI) solo que esta vez se trataba de un Genérico Intercambiable (GI) la primera vez había sido de patente ya que no conseguían este otro. Cuando activó el goteo sentí cómo me recorría un dolor desde el catéter al corazón y de ahí se iba a todos lados. Mi mamá me preguntó que si estaba bien y le dije que no. Rápidamente le dijo a la enfermera y esta paró el goteo, no habían pasado ni 30 segundos.

Me sentía terrible, la garganta se me empezó a cerrar y no respiraba bien. El dolor comenzó a bajar de la cabeza hasta los pies. Me estaba preparando mentalmente para que me intubaran si necesitaban hacerlo. Hablaba bien bajito, pues no quería gastar el poco aire que tenía. Comencé a ver borroso, mi mamá y la enfermera me agarraron cada una de un brazo y me decían “Respira Aurora, respira” así que seguí intentándolo. La boca comenzó a adquirir un sabor extraño, la sentía inflamada.

De repente, perdí la visión, no veía nada ni a nadie. El dolor había desaparecido, no sabía quién era ni dónde estaba o qué hacía ahí. Sin embargo, alcanzaba a escuchar una voz que me seguía ordenando que respirara. Imaginaba que yo era Aurora así que seguía haciéndolo. De lo que sí estaba segura es que era mi mamá la que me lo decía, por eso seguí respirando como podía.

Por fin recordé quién era y qué estaba pasando, comencé a ver manchas otra vez, la visión volvía. Ubiqué a la enfermera y con todas mis fuerzas le dije “Auxilio”. Me dejé caer, estaba demasiado exhausta pero, ya sabía dónde estaba mi mamá. Rápido me pusieron oxígeno en lo que se le reportaba lo sucedido a la doctora.

Ella indicó que se me hidratara nuevamente, se me pasaran unos antialérgicos y se me pasara nuevamente el paclitaxel (GI)

Se me hidrató, se me pasaron las medicinas y ahí estaba mi mamá cuando volvieron a pasar el paclitaxel (GI) ya que yo tenía demasiado miedo de que se me volviera a poner algo que me había echo tanto daño. Le pedí a la enfermera que se quedara unos minutos por si pasaba algo. Estuvo 5 minutos y nada malo pasó.

Ya que se terminó me puso la botella de carboplatino. Cuando se acabó esta me terminó de limpiar la vena con suero. Luego me descanalizaron y eso fue todo.

Si la primera vez había tenido miedo de lo que fuera a pasar, ahora estaba aterrorizada después de todo lo que había pasado.

De vuelta a urgencias

El día 25 de mayo de 2008, me tuvieron que llevar a urgencias nuevamente. Ahora se debía a que un día antes comí pollo con un poco de salsa de cochinita pibil (jejeje) lo cual me provocó vómito. El doctor dijo que se trataba de una deshidratación leve. Tuvieron que hidratarme por tres horas.

Ahora sabía que no podía comer ningún derivado del cerdo (manteca, jamón, etc.).

No fue nada bueno volver pero, lo positivo de esto fue que no tardamos en saber que sería un problema de no ser tratado por un especialista.

Colocación de catéter intravenoso

La primer quimioterapia se me colocó en una vena, sin embargo se me explicó que con el paso de las sesiones iba a ser más difícil canalizarme. Esto se debe a que los medicamentos de la quimioterapia van quemando las venas, es decir, las vuelven más duras.

Si no quería que tardaran en encontrar una vena buena o tener que cambiar de lugar la canalización a cada rato, me podían colocar un catéter especial para quimioterapias. Lo consulté con mi familia y me convencieron de hacerlo.

Sacamos una cita con el especialista, fuimos y nos dijo qué día me lo podía colocar.

El día 19 de mayo de 2008, llegamos al hospital a las 8 de la mañana. Se me pasó a un área especial, me quité todo lo que llevaba y me puse una bata. Eso incluía quitarme una mascada que llevaba en la cabeza porque el cabello se me caía a puños.

Me acosté en la camilla y llegó el doctor acompañado de un anestesiólogo y una ayudante. Me acomodaron bien y tardaron en canalizarme una vena del brazo izquierdo ya que se me olvidó mencionar que allí había recibido la primer quimioterapia, por lo tanto me di cuenta que mis venas ya no servían igual. Luego se me puso un sedante para que dejara de brincar por los nervios.

Después el doctor dijo que me colocaría el catéter del lado derecho unido a una arteria que pasa debajo de la clavícula y que va directo al corazón. Me inyectó la anestesia local en el área a tratar. Dolía mucho pero como estaba sedada no le presté atención. Cortó y no sé qué tanto hacía y le dijo a la ayudante que iban a pasar una guía metálica, por el sedante no me dio miedo.

Al final cerraron la herida, lavó bien y llenó una tarjeta con datos personales, tendría que cargar con ella todo el tiempo que tuviera puesto el catéter para cualquier cosa. El procedimiento duró una hora y el doctor me dijo que me tenía que lavar a diario con agua y jabón.

Cuando volví a casa y se me pasó el efecto de la sedación y la anestesia, me dolía demasiado la nueva herida que sentí que me arrancarían el brazo. Donde me acosté, me quedé todo el día sin moverme. Al otro día para poder lavar, tuvieron que cortar la blusa que traía con unas tijeras.

Durante la semana me dolía demasiado el brazo, no lo podía mover bien. Creí que tendría que ir a clases de fisioterapia. Pero mi mamá me dijo que le habían explicado que sería normal, me habían cortado y por eso dolía, que con el paso del tiempo estaría mejor y podría vivir como si no trajera nada.

Primer quimioterapia

El día 29 de abril de 2008, llegamos a las 10 de la mañana al hospital. Estábamos muy nerviosas pues se trataba de algo nuevo. Las enfermeras nos dijeron que esperaban a alguien pequeño porque la doctora les dijo que iba a ir una niña.

Me pasaron al área de quimioterapias y llegó la enfermera para canalizarme, lo hizo en una vena del brazo izquierdo, sentí un dolor ya conocido. Trató de distraerme y me colocó un suero para hidratar un poco. Después llegó con el primer medicamento (paclitaxel), mi mamá había pedido estar presente al inicio de cada tratamiento. La enfermera me colocó el suero, yo lo llamo veneno porque sabía lo que me iba a hacer, casi matarme a mí pero matar al cáncer.

Puso el goteo y cuando cayó la primer gota, sentí tanta tristeza. Me puse a llorar pues estaba corriendo por mis venas, comprendí porqué la gente se altera tanto con la primer gota. Es algo que no le deseo a nadie pero, si están en mi situación, ahora los comprendo. Después dejé de llorar, y me puse a leer una revista.

Ya que se terminó la botella, llegaron con otro medicamento (carboplatino) pero esta vez no me alteré tanto. Luego fue la hora de la comida, te distraes en eso un rato. Cuando se terminó, me pusieron el suero que quedaba del principio para lavar la vena. Finalmente me descanalizaron y me dijeron que podía irme a casa. (La aplicación del tratamiento dura mínimo unas 5 horas)

Tenía mucho miedo pues no sabía qué me haría lo que acababa de correr por mis venas. Ahora se encontraba en todo mi cuerpo y sólo pasarían cuatro semanas para la siguiente sesión.

Requisitos para recibir la quimioterapia

Después de haber ido a urgencias, mi hermana Adriana tuvo que surtir los medicamentos que prescribió la doctora. Tuvo que ir en varias ocasiones a farmacia ya que no surtían algunos.

El mínimo de hemoglobina que se debe tener para recibir una quimioterapia es de 10.0 mg/dL así que el día 26 de abril de 2008, me realicé un examen de sangre en el cual resultó que tenía 7.4 de hemoglobina… Esto era algo malo pues no era suficiente.

Al día siguiente me tuvieron que transfundir dos unidades de sangre para subir 3 mg/dL. En esta ocasión no tuve reacción alguna pues antes se me aplicó una ampolleta de hidrocortisona y unos antialérgicos.

Eso fue lo bueno, lo malo fue que la línea se llenaba de burbujas así que la enfermera tuvo que cambiar la línea pero el problema seguía, por lo que tenía que sacar el aire con una jeringa pero, a la vez sacaba sangre y como la bolsa en la que viene no tiene entrada de jeringa, me la tuvo que pasar por la guía intravenosa directamente. Es algo terrible que pase esto, me dolió demasiado, como si me fueran a arrancar el brazo pues me estaban poniendo la sangre a jeringazos. Cada que se llenaba de aire la línea tenían que repetir la acción.

La transfusión de una unidad de sangre dura 3 horas, así que por dos unidades tuve que estar 6 horas.

Cuando por fin se terminaron pude irme a mi casa, muy cansada. Lo bueno es que tenía mi buena silla de ruedas y la compañía de mi mamá y mis hermanas.

domingo, 30 de agosto de 2009

Idas a urgencias

La vida ya no era igual, eso lo tuve que aprender de la peor manera. Un paseo en coche, un vaso de agua, una galleta o una nieve, pueden mandarte al hospital.

Durante cuatro días tuve mucho vómito, no se lo recomiendo a nadie que tenga una herida quirúrgica y menos en el abdomen. Se siente como si te estuvieran abriendo con un hierro caliente a todo lo largo del vientre. Y por dos días tuve diarrea, ya no podía parar, todo lo que entraba por mi boca salía inmediatamente.

Fue tal la desesperación de mi familia que, el 13 de abril de 2008 me llevaron a urgencias. Ya allí me revisó un doctor y dijo que se trataba de una infección intestinal y que el cáncer había pasado a segundo término porque si esto no se frenaba me podía matar. Me tuvieron que hidratar por tres horas y me estabilizaron.

A la semana siguiente, el 20 de abril, me comí una deliciosa quesadilla pero, me dio colitis. Fue un dolor terrible y a cada rato, así que… de nuevo a urgencias. Me tuvieron que hidratar otras tres horas y me quitaron el dolor.

Desde entonces nos dimos cuenta que soy muy sensible a la comida, por eso revisamos lo que contienen los alimentos, me compran agua embotellada y todo tiene que ser deslactosado.

Por seguridad no acostumbro comer comida fuera de casa, y si llego a hacerlo tiene que ser de franquicias donde las normas de higiene son altas y establecidas. La comida echa en casa tuvo que cambiarse a mi dieta pues, es muy difícil hacer dos comidas diferentes. Si alguien me quiere regalar algo, prefiero que sea fruta. Cuando alguien llegaba a visitarme se tenía que lavar bien las manos y de preferencia no saludaba de beso ni mano.

No es que uno se vuelva pretencioso pero, el miedo de ir a urgencias por un antojo o no querer hacer sentir mal a alguien, hace que uno sea precavido.

Conociendo a mi segunda madre: Mi oncóloga médica

El 5 de abril de 2008 llegamos a la consulta con la doctora Loredo, mi oncóloga médica.

Fui acompañada por mi mamá y mis dos hermanas, Adriana de 23 años y Amira de 6 años. Se preguntarán qué hacía una niña tan pequeña oyendo todo eso pero, fue una decisión de todas el incluirla en este proceso y pasara lo que pasara ella estaría preparada.

La doctora nos dio una explicación de por qué me dio cáncer de ovario. Dijo que todo se debía a que cuando uno está en el vientre de la madre, el embrión está formado por tres capas y una de ellas (la de los ovarios) no recibió la información adecuada. Así que lo mejor era no buscar culpables.

Me dijo que iba a recibir quimioterapia la cual constaba de dos medicamentos específicos para mi cáncer, paclitaxel y carboplatino en ese orden. Con ayuda de unas imágenes me mostró el área afectada y por dónde podría ocurrir una metástasis, y que por lo tanto tendría que ser tratada.

Explicó qué es una quimioterapia:

- Es el empleo de medicamentos de tipo oncológico destinados a destruir células cancerígenas con la intención de la eliminación del cáncer que provoca. También puede ocurrir que la parte que no logre destruirse quede encapsulada y por tanto inactiva. Lo menos que se puede obtener de la quimioterapia, es la disminución del tamaño del tumor, lo que dará como resultado una mejor calidad de vida del paciente.

Además me dijo que las células cancerígenas crecen a una velocidad superior a algunas células sanas. Las células del cabello, de la boca y de la médula ósea también crecen rápidamente. La quimioterapia destruye toda célula que crezca aceleradamente, es por eso que destruye tanto células sanas como células malignas.

Por consiguiente iba a perder el cabello, cejas, pestañas y toda vellosidad del cuerpo, que iba a tener sed constantemente y que probablemente me saldrían úlceras bucales, para ello me recomendó qué podría hacer en cada caso.

La señal de inicio de los efectos secundarios del tratamiento sería la fatiga y que si estaba cansada que durmiera lo más posible porque, la médula ósea se estaría destruyendo por 10 días; yo estaría expuesta a cualquier enfermedad como una esponja por eso la limitación en visitas y mascota. Si me llegaba a enfermar de algo, esto sería tratado con medicamentos de uso normal.

La primer quimioterapia tendría que aplicarse después de 4 – 6 semanas de la primer cirugía.

También me dijo que era muy importante que estuviera acompañada por mi familia durante la aplicación de la quimioterapia ya que este era un factor decisivo en mi curación.

Al salir mi mamá me dijo “Los médicos no son dioses, pero sí pueden ser ángeles”, desde entonces, la doctora Loredo es nuestro ángel de la guarda.

Resultado de patología, consulta con el cirujano oncólogo

El 31 de marzo del 2008 fui con el cirujano oncólogo, esta fue mi primer salida desde la cirugía. Tuve que hacer uso de mi silla de ruedas ya que no tenía fuerzas para caminar.
Cuando pasamos con el doctor, ya tenía el resultado de patología así que le pregunté si era cáncer y no me dijo que sí, dijo que era un tumor maligno y me pidió que me fuera acomodando en su camilla de revisión así que mi hermana mayor me ayudó. Mi mamá se quedó con él en su escritorio y alcancé a escuchar cuando este le dijo “Es cáncer”.

Luego procedió a retirarme los puntos de la herida (me dolió mucho) y la sonda urinal. Después me dijo que por su parte era todo y que ahora debía ver a la oncóloga médica. Me explicó que me tendrían que poner quimioterapias, que serían 6 ciclos aproximadamente, y que perdería el cabello, que debía tener una dieta hipercalórica entre otras cosas. Yo le pregunté si perdería parte del cabello o si todo y él me respondió “Todo el cabello” pero que no me preocupara, que eso era lo de menos, ya me volvería a salir y más bonito.

Luego de la consulta, me tomé una fotografía ya que quería guardar ese mal momento (bien morbosa que soy jejeje), sabía que ese sería el último día que tendría el cabello largo y de esta forma lo conservaría como recuerdo. Aquí les dejo la foto para que la vean:

Mi familia y yo vemos esta imagen y aún no podemos creer que me estaba muriendo sin darnos cuenta. Sabíamos que algo estaba mal pero nunca imaginamos que tanto.

Saliendo del hospital, fui con mi hermana Adriana a cortarnos el cabello lo más corto posible. Yo lo cortaba por necesidad y ella por solidaridad.
Ya que llegué a mi casa, me ayudaron a desvestirme y al momento de acostarme, vi que la zona donde habían quitado los puntos era un hoyo enorme de 10 cm de largo y 5 cm de ancho, color amarillo. Mi mamá rápidamente me giró la cara para que no viera y dijimos ¡LA HERIDA SE ABRIÓ! No sabíamos qué estaba pasando, entonces mi mamá me la unió con cinta médica mientras le llamaba a nuestro amigo médico. Le pedimos que viniera urgentemente. Mientras mi mamá sudaba a mares y trataba de fingir que no ocurría nada grave. Yo pensaba que había hecho algo mal, que por mi culpa se había abierto.

Cuando llegó el médico nos explicó que esto ocurre cuando la salud del paciente está muy deteriorada y es muy delgado. Que no podía hacerse nada, el cuerpo se repararía solo y que iba a tomar mucho tiempo (meses), sólo había que extremar la higiene. Esto se llama “Herida de segunda intención”.

Gracias a esta explicación supe que yo no tuve la culpa, hasta nombre tenía la cosa.

Durante los siguientes días ocurrió una gran tragedia la cual me marcó de por vida. Alejandra, mi amada hermana, mi mejor amiga, mi confidente, murió. Esto es algo de lo que ni mis hermanas ni yo nos podremos recuperar nunca, mucho menos mi mamá.

Sin embargo, la lucha por mi vida apenas comenzaba.

viernes, 28 de agosto de 2009

De vuelta a mi hogar

Mientras yo estaba en recuperación, mi mamá le habló a mi hermana Adriana (la mayor), para informarle el resultado de la operación y los comentarios del doctor. Ya que ella no pudo acompañarme porque tuvo que cuidar a mis otras hermanas (Alejandra y Amira), en los días que no estuve, habilitó la casa para mi regreso.

Cuando llegué a mi casa, fuimos dos personas a quienes se les tenían que dar cuidados especiales. La situación de ambas nos obligó a adquirir artículos como una silla de ruedas, retrete portátil, riñón, entre otras cosas.

Me prohibieron el contacto con mi perrita chihuahua, así como las visitas. Durante estos días, mi condición era muy delicada.

Mi situación había pasado a segundo término, por increíble que parezca, ya que al mismo tiempo, la enfermedad de mi hermana Alejandra se iba agravando cada día más. La organización en mi casa cayó en un caos total, todas se hacían pedazos y el tiempo se venía encima.

La vida seguía, por lo tanto, yo tenía que seguir. Intenté continuar con mi rutina diaria, y le pedí a mi mamá que me ayudara a bañarme. Como pudo, me llevó al baño y ésta fue la primera vez que estuve a punto de desmayarme, nunca antes había vivido algo tan feo como eso, el no poder ver nada. En eso, llegó un amigo de la familia que es médico, y me quitó la gasa de la herida, y fue la primera vez que vi la bolsa de urostomía, el líquido que salía era rojizo.

Al salir del baño, el médico me dio varios consejos muy prácticos y me dijo “Nadie se ha muerto por suciedad” y que debía bañarme menos seguido por mi estado. Me explicó que el líquido rojizo era normal y que se debía a que el agua que había quedado tocaba los vasos sanguíneos y le daban esa coloración.

Pasaron doce días de caos para poder volver con el cirujano oncólogo para que me quitara la sonda urinal y los puntos de la herida.

Recuperación de la primer cirugía

Después de la cirugía desperté en el área de recuperación; la primer persona que vi fue una enfermera y le pregunté “¿Ya fue todo?” ella me dijo que sí, que la cirugía ya había terminado. Yo tenía mucho frío así que me pusieron una lámpara para que me calentara. Sentía que la nariz y la garganta me dolían, todo se debía al oxígeno que todavía tenía puesto.

Luego entró mi mamá y lo primero que le pregunté fue “¿Me quitaron la matriz?; ella creyó que le preguntaba porque quería que lo hicieran, así que tristemente me dijo que no habían podido. Para su sorpresa yo le contesté que qué bueno que no habían podido porque sí quería tener un hijo. Pero principalmente le dije “No te preocupes, yo no me voy a morir”. No me importaba cual fuera el resultado, no me iba a dejar caer en ese momento. Esto fue lo único de lo que hablamos, nadie se atrevía a decirme todos los detalles de la cirugía (esto implica la pérdida de ambos ovarios). Luego de poco tiempo le pidieron a mi mamá que saliera.

Estuve en recuperación entre una hora y dos; por la ventana alcanzaba a ver a mi familia y les hacía señas de que todo estaba bien. Posteriormente me quitaron el oxígeno y me llevaron a mi cuarto entre dos enfermeras y ya ahí me pasaron a mi cama. Allí fue donde sentí que tenía una bolsa extraña en el costado izquierdo del abdomen.

Luego entró mi familia y al ratito llegaron con otra unidad de sangre porque todavía tenía muy baja la hemoglobina.

La transfusión de sangre comenzó a hacerme sentir muy mal. Me faltaba el aire y estaba muy agitada, tuvieron que llamarle a una enfermera y esta me puso rápidamente oxígeno. Así tuve que estar mientras se terminaba la sangre y constantemente me revisaban los signos vitales.

En ese momento, llegó el cirujano oncólogo y me explicó porqué se me había aplicado una unidad de sangre durante la cirugía y porqué se me estaba poniendo otra unidad, esto se debía a que en los análisis de sangre que yo llevaba, decía que supuestamente estaba dentro de lo normal (12.0 gr/dL de hemoglobina), pero que al retirar parte del tumor, en realidad tenía 6.0 gr/dL, es decir, que estaba demasiado anémica. Con cada unidad aplicada iba a subir 1.5.

No entró en detalles de la cirugía, porque en ese momento lo que importaba era mi recuperación, pues mi estado era crítico.

También me explicó porqué fue necesario ponerme la bolsa extraña, que se trataba de una urostomía porque había tenido que cortar el uretero y que la tendría que usar por un tiempo. Y que además, me habían colocado una sonda para orinar, la cual me iban a dejar por doce días para ayudar al uretero a cicatrizar. Esperaba que todo saliera bien. Entonces, se retiró.

Posteriormente, las enfermeras continuaron con su rutina, yendo y viniendo, y aplicando las inyecciones intravenosas. Tenían que contabilizar la orina y el líquido que me salía por la urostomía.

Ya en la noche, el cirujano volvió a ver cómo iba todo, y dijo que le había gustado una frase que mi mamá le había dicho “Esto no se acaba, hasta que se acaba”, que tenía razón en ella, y que por lo tanto, era adecuada para mi situación.

Más tarde, me fue a visitar mi ginecólogo, quien estuvo presente durante la cirugía y me dijo que no me diera por vencida, que había muchos tratamientos para mi enfermedad, pues algunos tumores son quimiosensibles. Él fue quien nos dio la esperanza que necesitábamos, la lucha ya tenía sentido.

Al día siguiente, como yo sabía que para poder irme del hospital, tenía que comer y bañarme, lo tuve que hacer aunque no quisiera. Al momento del baño, era tanto mi miedo por las heridas, que nunca quise verlas. Era responsabilidad de otros hacer la limpieza. No hubo muchos cambios en la rutina.

El tercer día, a mediodía, volvió el cirujano oncólogo y me dio de alta hospitalaria. Al fin me podía ir a mi casa.

Durante la Primera vista (Laparotomía exploratoria)

Como yo estuve dormida (obviamente) durante la primera vista, le pedí a mi mamá que me dijera qué fue lo que había sucedido y esto fue lo que me contó:

Primero, la cirugía se realizó durante las dos horas que estaba programada. Ya en recuperación, el cirujano oncólogo salió a hablar con ella y le dijo que la enfermedad estaba muy avanzada, estaba muy extendida encapsulando algunos órganos, casi tuvo que operar a ciegas intentando retirar lo más posible del tejido tumoral.

Además, fue inevitable cortar el uretero derecho porque el tumor abarcaba toda la pelvis. No fue posible quitar la matriz, ya que esto hubiera ocasionado una hemorragia mortal. Tuvo que quitar ambos ovarios, porque a pesar de que en el ultrasonido sólo se veía el ovario derecho destruido, el izquierdo también estaba lleno de quistes.

El pronóstico era muy malo, primero porque el tumor estaba extendido hacia órganos vitales, y segundo porque el líquido de ascitis había contaminado todos los órganos internos. Tal era la gravedad de la situación en que me encontraba, que hubo que transfundirme una unidad de sangre en el quirófano.

El doctor dijo “Es una situación muy lamentable, ya que es una mujer muy joven”, y mi mamá le respondió “Es una niña”.

Mi mamá le preguntó al doctor si se trataba de una situación en fase terminal, y él le respondió que había que esperar el reporte del patólogo. Ella preguntó que cuánto tiempo me quedaba de vida, y él le respondió “Sólo Dios lo sabe”, a lo que mi mamá le dijo “Esto no se acaba, hasta que se acaba”.

Después de esto, mi mamá pasó a verme a recuperación.

sábado, 22 de agosto de 2009

Primer cirugía (Primera vista)

A la mañana del 19 de marzo del 2008, fui al hospital para mi ingreso. Me asignaron mi habitación y le dijeron a mi mamá que me esperara afuera en lo que me alistaban. Entré sola al cuarto y me dieron una bata para que me quitara todo lo que llevara puesto, incluyendo joyería.

Como era cambio de turno, tardaron en llegar las nuevas enfermeras así que tuve que esperar en la cama. Ya que llegaron iban acompañadas por una encargada de laboratorio y esta prendió la televisión para que me distrajera y así las enfermeras me canalizaron una vena del brazo derecho. Como sí había flujo de sangre me sacaron unas muestras en unos tubos de ensaye para hacer unos análisis. Después me pusieron el suero, me acosté bien y salieron. Luego regresaron estas con una cubetita especial llena de agua jabonosa y me aplicaron un enema. Ya que terminaron dejaron pasar a mi mamá a la habitación.

Durante la tarde, las enfermeras comenzaron a ponerme por intravenosa la medicina que el doctor había indicado en la orden de internamiento y como me pusieron el enema estuve yendo al baño durante dos horas. Posteriormente me vendaron las piernas. Ya para ir al quirófano me pusieron la última medicina la cual me puso muy risueña y me pasaron a una silla de ruedas.

Salimos de la habitación, tomamos el elevador, bajamos al quirófano y ya afuera de la puerta, tuve que hacer una de las cosas más difíciles de mi vida... despedirme de mi mamá sin saber si la volvería a ver y el no poder ver a mis hermanas. Lo último que le dije a mi mamá fue "Te amo", y le di un beso.

Una vez adentro, me pasaron a una camilla en la sala de recuperación en lo que preparaban todo; mientras alcanzaba a ver a mis familiares asomados en una ventana de la sala de espera. Ya que estaba listo el quirófano una enfermera me llevó adentro con todo y la camilla.

Ya adentro, se me quitó la risa totalmente; el lugar estaba completamente frío, tenía demasiado miedo. La enfermera me pidió que me pasara a la plancha de cirugía y así lo hice. Me sacó la bata de un brazo y me la dejó puesta encima y me puso un gorro especial en la cabeza. Para distraerme y no llorar, intenté pensar en otras cosas. En eso, llegaron un enfermero y unas enfermeras y comenzaron a hablar entre ellos.

Luego llegó la anestesióloga, se presentó y me dijo que todo iba a salir bien. De repente empecé a sentir el brazo canalizado muy frío y le pregunté que por qué era, me dijo que se debía a que había puesto el suero más rápido para poder pasar la anestesia. Estaba más nerviosa porque escuchaba todos los bisturís e instrumentos que colocaba en una mesa un enfermero; ya quería que me durmieran. Lo último que pude pensar fue "Que no me quiten la matriz"; y me quedé completamente dormida.

La cirugía acababa de comenzar.


Para mayor información sobre mi cáncer entrar a: http://cancercruz.blogspot.com/

jueves, 20 de agosto de 2009

Descubriendo el verdadero problema

El 17 de marzo me hice el ultrasonido abdominal completo, la radióloga me dijo que eran vacaciones y que yo debía estar en la playa disfrutando como lo jóvenes de mi edad. Cuando comenzó el análisis dijo que no me preocupara, que el hígado se veía normal al igual que los demás órganos pero, cuando llegó al ovario derecho le cambió la cara y no dejaba de revisar a ambos ovarios.

Cuando vio todo, me mandó a ir al baño para vaciar la vejiga y desde adentro alcancé a escuchar que le decía a mi mamá que lo que había visto no era normal y no le gustaba nada.

Ya de vuelta en el lugar de trabajo, me dijo que me volviera a acostar y checó de nuevo los ovarios. Dijo que el del problema era el derecho porque un ovario normal mide 2 cm y son redondos; y el mío no tenía forma y medía 7 cm y que lo inflamado del abdomen se debía a que todos los órganos estaban flotando en agua y que ese problema se llama ascitis. Por lo tanto yo empecé a saber de qué se trataba todo... me tendrían que operar. Esperamos en la sala de espera a que nos dieran la interpretación y yo no dejaba de llorar. Y como era día festivo no abrirían con el doctor. Así que esperamos ese día.

A la mañana siguiente, 18 de marzo de 2008, mi mamá y yo fuimos con mi pediatra y le enseñamos el resultado. Me dijo que suspendiera el tratamiento de Helicobacter pylori, que había pasado a último lugar y que debía ir a ver a un ginecólogo porque eso ya no entraba en su área. Que existían métodos quirúrgicos para arreglar el problema. Mi mamá le dijo que me llevaría a su ginecólogo así que, el doctor hizo una carta para este, me dio la mano y me dijo "buena suerte". Al salir del lugar comencé a llorar y mi mamá me abrazó y me dijo "No te preocupes, yo haré todo lo posible para que esto salga bien, te lo prometo".

Esa misma tarde mi mamá sacó cita con el ginecólogo quien es un gran ser humano, así que fuimos y mi ella le dijo al doctor "Venimos a ver si tenemos un problema, un problemón o una mega bronca", así que después de ver el estudio, inmediatamente este me llevó a hacer un eco pélvico. Vio que definitivamente el problema estaba en el ovario y que la hinchazón abdominal se debía al agua que supuraba el tumor (ascitis). Volvimos a su consultorio y nos dijo que debía operarse de inmediato pero como ya se había reventado el ovario y los órganos estaban flotando en agua, eso ya no entraba en su área, entonces, dijo que tenía que verlo de urgencia un cirujano oncólogo (opera los tumores), pero, que él estaría presente en mi cirugía para darme más tranquilidad. En su consultorio, sacó cita para ese mismo día con uno de los mejores de mi localidad. Saliendo del lugar comencé a llorar otra vez, porque sabía que no tenía nada que hacer mas que operarme; y nuevamente mi mamá me abrazó y me dijo que ella me prometía que me iba a apoyar en todo.
Ese día fuimos a ver al cirujano oncólogo, y cuando entramos se dirigió a mi mamá como si ella fuera la señora Aurora. Se sorprendió mucho cuando supo que yo era la paciente así que, procedió a checarme y dijo que se operaba ya mismo (así de grave estaba el asunto), me dijo "No tienes opción, tienes que hacerlo"; nunca pensé que escuchar esta frase se volvería algo en mi vida y en diferentes situaciones. Comenzó a decir el protocolo; y solo me aclaró una cosa, que lo dejaría hacer todo lo mejor para mi y que eso incluía sacar toda la matriz porque, si no se sacaba en esa ocasión más tarde volvería para que lo hiciera. Que muchas pacientes lo han hecho ya que tienen recaídas. Así que yo le dije "Adelante, saque todo lo que tenga que sacar".
Llamó a quirófano pero le dijeron que no lo tenían libre hasta la tarde del otro día. Entonces me dijo que fuera a internarme al día siguiente y me dio una serie de instrucciones de internamiento.
Al salir del lugar comencé a llorar de nuevo porque más claro que eso no había nada.
Tenía un tumor en el ovario derecho ya reventado el cual generó la ascitis y tenían que sacarlos.
***Sé que le dije al cirujano que podía quitar todo pero, muy en el fondo yo siempre había querido un bebé así que este fue un gran golpe a mi alma y a mi persona. Este fue el comienzo de la pérdida de muchos sueños y anhelos. Y pronto ocurriría otra gran pérdida...

Inicio de esta travesia

Hola a todos; mi nombre es Aurora Vega, vivo en Tampico, México y tengo 22 años.

Mi experiencia comenzó en diciembre del 2007 cuando tenía 20 años y empecé a dejar de comer ya que no tenía hambre y no se me antojaba nada. Al poco tiempo comenzaron las vacaciones de invierno y el área abdominal me comenzó a crecer.

Mi mamá me llevó a un pediatra ya que este me conocía desde que nací. Hablamos con él, me revisó y dijo que lo más probable es que tuviera el "Síndrome de colon irritable", también conocido como colitis y que por eso me había crecido el abdomen, que si no disminuía me mandaría a hacer un ultrasonido; y que el estómago me dolía porque debía tener una bacteria llamada "Helicobacter pylori" la cual produce la gastritis. Así que me mandó a hacer análisis de sangre, de orina y de copro.

A la mañana siguiente comencé con el examen de orina, copro, y al entregarlos me hice el de sangre. Así continué con los análisis; menos el de sangre. Posteriormente me dieron los resultados y mi mamá y yo volvimos con mi pediatra.

Ya con el doctor, vio en el resultado que el problema estaba en mi sangre ya que, tenía el Helicobacter pylori. Por lo tanto, me recetó un tratamiento, el cual es agresivo con el estómago, de una combinación de antibióticos. Y me dijo que una vez terminado, tenía que esperar 2 meses para volver a hacer el estudio y ver si se había eliminado la bacteria (la cual casi todos los seres humanos la tienen, así que no se espanten). El doctor hacía mucho hincapié en las instrucciones ya que, si no lo hacía me iba a dar un cáncer en el estómago.

Lo bueno es que las vacaciones de invierno habían comenzado, así que mi mamá compró la medicina y comencé con el tratamiento. El estómago me dolía con tanto antibiótico, no podía caminar mucho, me bañaba sentada y lo peor fue que en navidad y año nuevo me dieron de comer cosas casi sin sabor y nada de puerco. Sólo las vi comer lo que yo no podía.

Ya que terminaron las vacaciones, volví a clases y el abdomen me había crecido aún más; por lo tanto, mis compañeros creían que estaba embarazada, pero yo sabía que no era así. En las mañanas me iba a caminar con mi mamá y cambié mi dieta pero no hubo mejoría alguna. Al contrario, perdía más peso.

Yo trataba de llevar mi vida normal de estudiante, fui a la graduación de mi hermana mayor y todos estaban espantados por mi aspecto físico. Lo peor de todo es que mi hermana, que era menor que yo, comenzó a sentirse mal.

Pasado el tiempo, la gente comenzó a decir que cambiara la dieta, que me masajearan el abdomen, que hiciera ejercicio, etc. Yo ya estaba harta de todo, dietas, ejercicios, la manera en que me miraba la gente, yo sabía que hablaban mal de mí porque creían que estaba embarazada, y llegué a decir que ya no quería hacer nada, ni seguir más consejos de gente que no entendía cómo me sentía. Afortunadamente, mis hermanas y mi mamá hablaron conmigo y me convencieron de que tenía que seguir y que usaría las vacaciones de semana santa para curarme de "mi problema".

El 6 de marzo fue mi cumpleaños, cumplí 21 y no podía comer casi nada pero, mi hermana Alejandra (menor que yo) pidió que se me comprara un pastel. Ese día estuvimos las personas más importantes de mi vida, que son: Mi mamá y mis tres hermanas, Amira, Alejandra y Adriana.

En marzo 15 de 2008 me volví a hacer el análisis de sangre que me dijo el doctor y siguió saliendo la bacteria. Fui a verlo con mi hermana mayor y se le informó de esto y que el abdomen había crecido más, así que me dio el tratamiento más agresivo de antibióticos y me mandó a hacer el ultrasonido abdominal completo. Al salir del consultorio comencé a llorar y mi hermana Adriana (la mayor) me dijo que ella iba a estar conmigo, me preguntó si podría sacar la cita, pero era tanto el dolor físico que no pude, así que ella la fue a sacar sola.

Ya en la casa, fue tanto el dolor para mi hermana Alejandra, que cayó en una gran depresión porque yo era con la que más hablaba. Todas nos hicimos pedazos, dos hermanas, mi mamá y mi hermana Adriana nos tenían que cuidar y Amira era muy pequeña.

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